Samantha


Sabe usted, no creo narrar una extraordinaria historia de amor, estoy seguro ya se ha contado todo, quizá más heroico o más caótico, o no sé, diferente,  pero al final las personas repiten historias, las personas coleccionan vida y les gusta hablar sobre ello, ya que ha preguntado le contaré todo esperando al menos  cambiar una sola palabra para no aburrirla, vaya, de menos me ha pagado las copas.

Le podría decir siempre ame sus ojos miel, sus rasgos algo orientales y sus comentarios mordaces, lo podría decir, pero la realidad es que siempre ame sus nalgas duras, quizá también un poco su silueta en contraluz cuando caminaba desnuda por la casa, ahora que lo menciono, hasta el día de hoy no sé por qué se enamoró de mí, a veces pienso le vendí mi mejor promesa y ella estaba agotada de buscar la buena vida, sabe, ella es audaz y hace reír a todos,  es difícil imaginar que una mujer como ella cargue tanta soledad, no sabe cuántas veces la vi llorar antes de dormir, no sabe cuántas veces me hice el fuerte y le dije todo iba a estar bien.

Y pues ahí tiene usted, dos personas que se encuentran en una noche de copas como hoy, bueno, no tanto, no tan jodido. Éramos dos personas que vestían sus mejores atuendos de sábado, ella olía a agua clara y a un montón de flores de colores, olor que nunca olvidaré, yo a madera y seguramente un poco a tabaco, y entonces nos vimos y no quisimos dejar de vernos, es extraño, esa fue la única vez que pude soportar su mirada, a veces no pude porque es difícil ver a los ojos a una mujer que llora, otras veces fue simplemente que tenía tanto mesmerismo  que era imposible verla sin quedarme ciego. Se avecina una frase cliché y cursi, lo sé, pero a veces era como intentar ver al sol.

Y bien, de las incidencias casuales mejor no hablar. La besé toda la noche por cualquier pretexto, la tome de la mano, cualquiera que nos viera hubiese pensado habíamos llegado juntos, en realidad hacíamos una bonita pareja. Esa noche fui prudente, los hechos indicaban la volvería a ver, y nadie desea un hombre que no sabe controlar sus pasiones, esa noche caminé entre la línea de mis deseos y mi hipocresía, y eso no tiene nada de malo, ahora sé era tan mentirosa como yo, o quizá más. La noche terminó con un gran beso, de esos que el labio se queda en sus dientes, de los que gritan: quédate, o de menos que se quede una parte de ti.

Vinieron más noches como esas, y más días casuales, sin mucho que contar, o bueno, con mucho que contar pero eso prefiero conservarlo para mí, cosas normales como hacer de comer, ir a comprar juntos y contarnos chistes tontos hasta que nos doliera la panza. Ambos veníamos de caminos difíciles, prefiero pensar aquella mirada larga era cosa del destino o de dos imanes que se atraen sin poderlo evitar, en realidad no quiero pensar era sólo un acto aleatorio de dos personas que se ven porque no tienen otro lugar que mirar y necesitan ver algo, o alguien, o lo que sea. Todos pierden un amor en su vida, pero lo que mejor nos definía en ese momento, era que ambos éramos unos guerreros, ella venía de cancelar su boda y yo de una relación larga, yo ya sabía no era bueno ser un cabrón hijo de puta y ella sabía no era inolvidable, sabía no la podían amar por nada.

Le puedo decir lo nuestro siempre fue dinámico, con el tiempo apenas pude predecirla y ella apenas pudo descifrarme, no es que nos escondiéramos el uno del otro, era simplemente que amábamos los giros estrepitosos y el constante cambio, disfrutábamos tanto sacarnos de ritmo, y disfrutábamos más ser cómplices para sacar de ritmo a los demás. Sabe, la recuerdo con tanto cariño y espero me recuerde de igual forma, finalmente éramos dos enamorados que decidieron construir su hogar al lado de sus sueños y sus esperanzas, lo construimos con  nuestros mejores deseos y con la ambición de que siempre permanecieran intactas, y así fue, de eso no tengo duda, hasta su último beso nunca deje de emocionarme y sentir cierto nerviosismo, hasta en este momento aún sonrío cuando la recuerdo.

 No sé si usted coincida conmigo, pero creo fielmente que las historias de amor en presente sólo las escriben los perdedores, en lo personal no me imagino dibujando corazones cuando apenas tengo tiempo de abrazar al amor, de cuidar de ella, de hacer tantas cosas de una larga lista, de dormir desnudos o salir a tomar café, de tantas cosas, y vaya, si hoy se lo cuento es simplemente porque no tengo otra cosa que hacer, todo ha terminado.  Sé al aceptar le invitará una copa no esperaba escuchar mi historia, quizá prefiera mejorar sus posibilidades de que alguien le prometa amor esta noche, quizá yo lo haga, sabe, técnicamente soy un desenamorado propenso a enamorarse, una especie de perro rabioso que espera curar su mal para seguir siendo un perrito fiel, o bien mi deseo es contagiar al puto mundo con mi rabia.

Y vaya… De aquella trágica noche de junio apenas deseo hablar, sólo desearía de algún modo sepa cuánto amé sus afilados huesos y su lengua venenosa, desearía esta noche usted fuese ella y esta conversación sea otro juego que inventamos para llegar a casa como dos desconocidos, y que por la mañana me diga honestamente si mis palabras fueron las correctas para conquistarla una vez más, o de menos para llevarla a la cama, pero bueno, con gusto le puedo terminar de contar mi historia en otro lugar, la historia de la esa noche de junio, sabe, mi departamento está cerca aquí.

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