El Tigrillo


Escribo estas líneas con los recuerdos de mi juventud, ayer después de unas copas camino a casa recordé la época en que viví en mi Ixtepec querido, a mis amigos y las bancas del parque de las que ya no queda nada, de lo que fue cuando yo aún tenía el brillo de la vivacidad en mis ojos y de todo lo que aconteció en un breve tiempo, en un corto pero significativo capitulo de mi vida que apenas puedo recordar, de los hecho tengo la certeza absoluta, pero de los rostros y las emociones de primera mano no tengo más que conjeturas e imágenes borrosas. 

José Luís Romero Trujillo, mejor conocido como El Tigrillo, fue uno de mis mejores amigos y el azote de la secundaria técnica doce, de tez morena clara y larguirucho con un bigote apenas visible, hijo de Don Beto el carpintero del pueblo, él fue mi amigo en la secundaria y realmente puedo decir que es de esas personas que uno recuerda toda la vida, sin trucos ni puntos vistas idealizados, él era ya un hombre en esos tiempos donde todos eramos unos niños, nunca tuvo miedo a entrarle a los madrazos con los de la secundaria setenta dos y siempre disparaba las caguamas los viernes ¿Qué más puedo decir? Él era el que jalaba a la banda y era mi mejor amigo.

Recordé el día cuando salí de la secundaria y mi madre tenía prisa por huir a la Ciudad de México, ella ya no podía esperar más, creo huía de sus propios vicios y de la vida inclemente, de los recuerdos y de ella misma,  la mudanza ya estaba preparada al siguiente día de mi salida de secundaria, y fue por ello que tuve la oportunidad de festejar en casa, no había nada que perder, la casa ya era un caos y mi madre se sentía en deuda por su ambición personal y alejarme de mis amigos tan apresuradamente, yo nunca me queje, yo hacía lo que me dijeran, finalmente para mi la vida está donde uno está, y no es cuestión de geografía.

La fiesta de clausura fue lo de siempre, mi madre glamorosa con un ramo de flores multicolor, mi hermano pequeño con su mejor atuendo picándose la nariz en la iglesia  y mi padrino (mi tio) con una pluma y cien pesos como regalo, como un reconocimiento a tres años de dedicación y esfuerzo. Aún recuerdo cuando mi madre de regreso a casa me tomo del brazo, hace tanto que no lo hacía, creo aquel día estaba orgullosa y quería presumirme por la calle, yo con un trajecito corriente me sentía realizado por haberlo hecho bien, ya era un hombre y no debía temer de nada.

Llegue a casa a comer barbacoa y convivir con la familia, entrada la tarde tome un par de copas en espera de que cada uno de los compinches hiciera lo mismo para quedar en casa entrada la noche, y como es costumbre el Tigrillo ya estaba en la mesa devorando y platicando con mi padre, aunque no era el mejor amigo que los padres deseaban para un hijo, él era admirado por mi padre, quizá fue el hombre que yo nunca fui para él, o simplemente congeniaban por azares del destino, mi padre trabajaba en un autobús foráneo y de vez en cuando se llevaba al Tigrillo como cacharpo aunque no lo necesitase, ya que la ruta era fija, yo siempre noté que las aventuras del Tigrillo eran tan similares a las de mi padre, que le rompió la madre a tres, o que era el más chingón de la región, yo nunca sentí recelo y al contrario mi padre siempre mostró admiración hacía a mi, ya que no me abría a los putazos y aguantaba calor cuando era necesario, pero él, el Tigrillo ya estaba encumbrado en un lugar aparte, era el bueno de la cuadra.

Entrada la noche fueron llegando a la sala mis compañeros de viaje, había abundancia de botellas robadas, yo no me preocupaba por ello, por suerte el Tigrillo ya tenía algunas medio llenas que había robado de mi casa, e incluso mi padre me había regalado un “un whisky muy añejado” según él, para no tomar como macuarros en una noche tan importante, realmente sin querer era el celebrado, por alguna razón todos confiaban en mí y mi despedida era dolorosa para ellos, y es que realmente nunca fui una vaca sagrada ni un hito en la escuela, pero me llevaba bien con todos y nunca actué de mala fe con nadie, cuando alguien se pasaba de verga la tenía que pagar, pero en general era muy tranquilo y jalaba a cualquier lugar sí ofrecía buen ambiente.

Antes de las once éramos como quince y todo nos acomodamos en las cajas de la mudanza y el sillón, nadie puso reparo y la pasábamos muy bien, recuerdo esa noche escuchar repetitivamente un casete de los tigres del norte, ¡Por supuesto impuesto por el tigrillo! Por eso era su apodo, siempre andaba con unas bocinitas amarradas al cinturón escuchando a los tigres del norte, incluso su apodo fue impuesto por el mismo, llegaba con su música anunciándose como el tigre, pero como nada es perfecto al final fue simplemente el Tigrillo, a las dos un par de camaradas ya habían sucumbido a los mareos y el adormilamiento que provoca el alcohol, por fortuna teníamos el gozo del toque femenino, ya que todas las mujeres vivían cerca  y la casa no tenía mala reputación, estaban casi todas las que siempre jalaban y cada quien se acomodaba con la que lo aceptara.

Todas, menos una que era la que me interesaba, ella el amor de mis tiempos de juventud, ella se llamaba Susana y nos llevábamos bien, pero nunca congenió con la bola de vagos en que yo estaba, aunque ella no era oficialmente mi novia nos besábamos fuera de su casa y la pasábamos bien, era complicado, ella simplemente llenaba mi mundo sin contratos forzosos y yo respetaba su individualidad, aunque claro si alguien le hacía el intento sí le rompía su madre, aunque sólo sucedió un par de veces, y no por falta de admiradores, sino que todos sabían que si alguien se metía conmigo se metía con el Tigrillo, y él ya tenía cierta fama en la región, igual no falto el pendejo que quiso darme la vuelta y lo arrincone a bola de putazos, a excepción de una vez que el Tigrillo tuvo que entrar al quite, pero de eso mejor ni hablar, y no es que me avergüence de ello, finalmente uno mismo es dueño de tantas manos como pueda acumular, todo es una extensión que se logra con la sociabilización sincera.

La noche era agradable, como cualquier noche de verano en la Ixtepec, un tanto calurosa con el olor a hierba y poca gente en la calle, el Tigrillo manoseaba a Aurora y todos tomaron lo que era suyo y lo que no era de nadie todos le hacían la lucha, yo estaba platicando con todos y con nadie, tenía cierta tristeza contenida, y también miedo por la inminente partida, el tigrillo se acerco y me dijo que por qué estaba tan desanimado, le respondí que estaba muy bien, pero no era lo mismo sin Susana, era una nostalgia de impotencia por no poder compartir con ella mi momento, y yo debía de cumplir mi contrato invisible, todo debía de permanecer igual y el respeto hacía nuestro romance no debía romperse, finalmente así fue y así debía de ser, ya que sin el rigor de la costumbre cualquier cosa puede cambiar y a veces no se está preparado para ello, resignarse y agarrarse los huevos, así decía papá.

 Después de una breve charla salió  calzándose los zapatos sin y me dijo: ahora vuelvo. Cuando regresó veinte minutos después Suana lo acompañaba, yo no podía creerlo, no supe como pasó, pero de repente ella estaba sentada a mi lado, y El Tigrillo se volvía a quitar los zapatos para acurrucarse al lado de Aurora, sólo me dijo, “para que no estés triste cabrón”, yo estaba feliz, hace tanto no tenía algo completo en mi vida y hace tanto no había necesitado un beso o una palabra de ternura como aquella noche.

Susana fingía era invisible y no estaba conmigo, finalmente así fue toda nuestra relación, era tímida y reacia y no se dejaba ver en publico conmigo, fingía hablar con todos aunque cada quien hacía lo propio, los solitarios hablaban pero sin afán de ligue, sabían lo que pasaba de antemano, finalmente salimos y me abrazo, después me comenzó a besar como nunca lo había hecho, ahí fue cuando supe cuantas noches había desaprovechado y que tan cerca estaba de abandonar mi hogar, por primera vez supe cuanto la extrañaría, me di cuenta que habría tantas emociones que ya no me tocaban a mí, tuve confusión y miedo, pero en tanto no dejara de abrazarla, ella era mía y todo seguiría igual, en mi habitación demostramos nuestro afecto como sólo los púberos saben hacerlo, caricias torpes y besos alocados, sin intención de concretar nada, simplemente el desenfreno de la entrega, el simulacro sexual que ahora me inspira ternura.

Con dolor y una resignación callada fui a dejar a Susana a su casa, era una de esas tristezas que no estaban contempladas y no había simulacros para ello, fueron los últimos besos fuera de su puerta  en donde había tantos recuerdos contenidos, su padre salió a hablarle un par de veces, aún no supe como pude dejarla, lo único que recuerdo fue el camino a casa, un par de calles con sapos acurrucados y las luces tenues iluminando las calles, pensé en no marcharme, quizá podría inventarme algo, o tal vez hacerla mi novia y regresar los fines de semana, yo caminaba excitado pero sabía todo eran mentiras para pasar el rato, todo sólo era un fraude de un joven pueblerino que tenía miedo, la visite un par de veces y le hable muchas veces por teléfono, pero después nada quedo, cada día nos alejamos más, yo aún la recuerdo con cariño a pesar de que el tiempo ha pasado, yo aún me recrimino en silencio mi inacción, y es que quizá aún tengo miedo y sigo siendo el mismo pueblerino soñador.

Al final de aquella noche no me sentí con ánimos de continuar, me fui a dormir con Arturo mi hermano pequeño, el Tigrillo se había apoderado de lo que quedaba de mi habitación, unos dormían entre las cajas y se tapaban con lo que podían, yo me dormí y en mi ensoñación creía que al otro día había que alistarse para la escuela, el maldito uniforme de siempre, quizá mi padre habría llegado a casa, a soportar el tedio del pueblo y a ver a Susana esplendorosa desde el otro lado del salón, a jugar con nuestro silencio y llegar temprano para ir a su casa, pero nada de eso iba a pasar, eso había terminado, lo supe cuando mi madre me descobijo y me dijo que era hora de partir, la mudanza casi había terminado, la casa estaba en venta y teníamos que comenzar en un lugar extraño.

Me bañe e hice todo con ese extraño sentimiento de vacio, al bajar vi al tigrillo con mi padre haciendo lo que quedaba de la mudanza, ellos parecían tan frescos tomando un seis de Modelo, al terminar el auto estaba en marcha y el camión de la mudanza listo para partir, el Tigrillo me abrazo y me dijo que no me apendejara, que le chingara. A bordo del auto recorrí las calles de mi pueblo querido, vi las casas de mis amigos y con nostalgia imagine estaban durmiendo crudos, las calles que siempre conocí, cada rostro era una historia, mi madre intuyo mi mirada, me tomo de la mano fuerte queriendo reconfortarme y yo no supe que hacer más que llorar calladamente, aquella vez lo recordé unos años después cuando mi madre estaba muriendo en el Hospital General y la vi por última vez, minutos después de dejarla supe que ella había muerto, el cáncer la había matado e igual sólo quedaba llorar en silencio.

Mi padre murió poco tiempo después en un accidente de carretera, al final no me fue mal económicamente, seguí estudiando ingeniería y haciéndome cargo de Arturo, la verdad nunca necesite trabajar ni esforzarme en la escuela, cuando mis padres murieron yo iba a mitad de mi preparatoria, en la prepa nueve, siempre tuve un halo de pueblerino pero igual aprendí rápido a adaptarme, y no abundare en ello, fue una de mis mejores épocas, fue donde hice algunos de mis mejores amigos. Recuerdo también a Arturo, él mostró siempre fortaleza y el dolor lo hizo independiente, aunque nunca me perdonaré no haber notado su dolor, creció con desesperanza pero nunca perdió su camino.

Ahora recuerdo mi pasado, camino a casa satisfecho pero con un vejo de dolor, sé que llegaré a ver a mi esposa, ella me reclamará un poco pero después todo estará bien, todo regresara a su curso en unos días, cuando estemos acostados le contaré que recibí un mensaje por la tarde en la oficina, le diré que el Tigrillo ha muerto desangrado, abatido a balazos en la entrada del pueblo, aún no me quedan claras las causas pero estoy seguro que no debe ser nada bueno, a ella le diré que me despierte temprano porque debo partir cuanto antes a Ixtepec, viajaré en autobús y aunque ella insista no hay modo de que me acompañe, incluso temo por mi vida, pero es lo menos que puedo hacer, de otro modo no estaré en paz conmigo mismo, el Tigrillo, mi fiel amigo ha muerto, y en unas horas veré a Susana, a mis antiguas calles y a mis amigos, yo no sé que pensar, sólo sé que estoy muy ebrio en este momento y mañana debo de despertarme temprano para ver a mi mejor amigo.

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