Duda.

Miras el horizonte lejano casi imaginario, detrás del parabrisas empañado, la niebla, la música y el mundo invisible e inexistente de esta noche fantasmal, tú estas ahí tratando de no recordar la feroz duda que recordaste ayer, antier y anteantier, piensas que el cosmos es inexplicable o al menos es inexplicable para ti que intentas explicarlo con tus propias palabras… ¿Palabras? ¡Que convencionalismo más estúpido!

El camino continua hacia ningún lugar, entre señalamientos de colores excéntricos que temerosos al pie de la carretera se preocupan de que llegues a salvo a tu destino y debes reconocer que nadie se había preocupado jamás por ti, los destellos de los vehículos en contrasentido te regresan al camino de la feroz duda de hace un momento, piensas en aceptar que hay ideas inexplicables pero como siempre no lo aceptaras.

La feroz duda ha decidido ser inamovible como el auto de frente, rebasas al auto tortuga drásticamente, como si rebasases la feroz duda para no verla nunca más, el auto se pierde detrás de ti, en el camino que recorriste y quizá sea inexistente porque se lo habrá comido el pasado, tu haz salido ileso del indómito rebase pero tu madre no sería muy feliz sí supiese lo que el chofer rebasado piensan de ella.

Abres la ventanilla para dar salida al humo del cigarrillo, el viento frio despierta al copiloto, a ella que dormía protegida con sus sueños y que quizá soñaba contigo, debes elegir entre las dos mejores excusas del mundo para problemas en general, un “Yo no fui” o una sonrisa, siendo increíble la primera optas por la segunda y ella que ha decidido acompañarte en este camino hacia ningún lugar sonríe también, tomándola del hombro compartes la feroz duda que te atormenta, y dices:

-¿Por qué chingados no hay pingüinos en el polo sur?

Un tanto expectativa ella contesta:

-Si hay, donde no hay es en el norte.